Reflexiones sobre la paz

1

Y les dijo: «Paz a vosotros; soy yo, no temáis». Avergüenzémonos el prescindir del saludo de la paz, que el Señor nos dejó cuando iba a salir del mundo. La paz es un nombre y una cosa sabrosa, que sabemos que proviene de Dios, según dice el Apóstol a los filipenses: «la paz de Dios»; y que es de Dios lo demuestra también cuando dice a los efesios: «Él es nuestra paz». La paz es un bien recomendado a todos, pero observado por pocos. ¿Cuál es la causa de ello? Quizás el deseo de dominio, o de ambición, o de envidia, o de aborrecimiento del prójimo, o de alguna otra cosa, que vemos en quienes desconocen al Señor. La paz procede de Dios, que es quien todo lo une. La transmite a los ángeles y se extiende también a todas las criaturas que verdaderamente la desean.
(San Gregorio Nacianceno, Obispo de Constantinopla s. IV, Catena Aurea, Vol. VI, p. 545)

2

Solamente tres cosas me extenderé a declarar para tener exterior e interiormente la paz que tanto encomendó Nuestro Señor: la primera cosa es amor unos con otros; la segunda, desasimiento de todo lo creado; la última, es verdadera humildad, que, aunque la digo al final, es muy principal y las abraza todas.
(Santa Teresa de Jesús, Fundadora de los Carmelitas Descalzos s. XVI, Camino de Perfección, 4, 4)

3

En esta vida, con grandes trabajos buscan los hombres el reposo y la seguridad, pero con sus malos deseos no los encuentran. Porque ponen su descanso en las cosas inquietas y que no permanecen; y como ellas los son quitadas y pasan, les originan miedos y dolores, sin dejarles tener sosiego.
(San Agustín, Obispo de Hipona s. V, Sobre las costumbres de la Iglesia católica, 1)

4

El excesivo cuidado que tenemos de nosotros mismos hace que nuestro espíritu pierda la tranquilidad, y nos lleve a tener un humor raro y desigual. Así nos sucede que, en cuanto tenemos alguna contradicción, en cuanto nos damos cuenta de nuestra falta de mortificación, cuando caemos en algunos de nuestros defectos, por pequeño que sea, nos parece que todo se ha venido abajo.
(San Francisco de Sales, Obispo de Ginebra s. XVII, Plática III, de la Firmeza, 1)

5

Estás intranquilo. Mira: pase lo que pase en tu vida interior o en el mundo que te rodea, nunca olvides que la importancia de los sucesos o de las personas es muy relativa. Calma: deja que corra el tiempo; y después, viendo de lejos y sin pasión los acontecimientos y las gentes, adquirirás la perspectiva, pondrás cada cosa en su lugar y con su verdadero tamaño. Si obras de este modo, serás más justo y te ahorrarás muchas preocupaciones.
(San Josemaría, Fundador del Opus Dei s.XX, Camino, 702)

Oración por la paz

de San Francisco de Asís

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.

Que donde haya odio, yo ponga amor.
Que donde haya ofensa, yo ponga perdón.
Que donde haya discordia, yo ponga unión.
Que donde haya error, yo ponga verdad.
Que donde haya duda, yo ponga fe.
Que donde haya desesperación, yo ponga esperanza.
Que donde haya tinieblas, yo ponga luz.
Que adonde haya tristeza, yo ponga alegría.

Maestro,
que yo no busque tanto
ser consolado, como consolar,
ser comprendido, como comprender,
ser amado, como amar.

Porque
es dándose como se recibe,
es olvidándose de uno mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.
Amén.