Eines d'espiritualitat

Audios que ayudan a rezar

Acte de Consagració al Sagrat Cor de Jesús

del Venerable Josep Torras i Bages, Bisbe de Vich (1899-1916)

   Sóc vostre, oh Bon Jesús, perquè sou el meu Creador, perquè de tota l’eternitat m’heu portat dins de vostra intel·ligència com una criatura és portada per la mare.

   Sóc vostre perquè m’heu rescatat del poder del dimoni i m’heu comprat pel preu de vostra preciosíssima Sang; sóc vostre com el fill és del pare, com la sarment és del cep, com el fruit és de l’arbre, ja que de la vostra Creu som fruit tots els cristians.

   I encara que mil vegades m’he rebel·lat contra vós, el vostre Cor dolcíssim mai no ha deixat d’estimar-me. Heu llençat per mi doloroses llàgrimes en els dies de la meva prevaricació, i mogut pel vostre Cor amantíssim no heu parat fins a fer-me tornar a la gràcia. Oh Cor que tant m’heu estimat! Oh Cor que tantes vegades he entristit i omplert d’amargura!

   A vós em consagro i protesto mil vegades de no donar-vos d’aquí endavant cap motiu d’aflicció; ans al contrari, recordant-me de les ocasions passades en què us he omplert d’amargura, proposo d’aquí endavant, estimar-vos pels qui no us estimen, honorar-vos pels qui us menyspreen, propagar la vostra glòria per a satisfer les amargures que al vostre Cor causen aquells qui, estant obligats a expandir-la, us miren amb la major indiferència.

   Proposo emprar tot el meu cor en estimar-vos, i voldria tenir mil cors per estimar-vos més encara; vull que des d’ara la meva ànima sigui un sagrari vostre, tancat a tota vana passió humana, un lloc de repòs per vós, una viva imatge del vostre Cor: de manera que, dedicant-se durant tota la vida a amar-vos, l’últim pensament que faci a l’hora de la mort sigui un acte d’amor a vós, oh Jesús dolcíssim, que voleu glorificar la meva ànima per tota l’eternitat. Així sigui.

Acto de consagración al Sagrado Corazón de Jesús

del Venerable José Torras i Bages, Obispo de Vich (1899-1916)

    Soy tuyo, oh buen Jesús, porque eres mi Creador, porque desde toda la eternidad me has llevado en tu Amor e Inteligencia como una criatura es llevada por su madre.
   Soy tuyo, porque me has redimido del poder del demonio y me has comprado con el precio de tu Sangre preciosísima. Por tanto, soy tuyo como el hijo es del padre, como el sarmiento es de la vid, como el fruto es del árbol, pues fruto de tu Cruz somos todos los cristianos.

   Y, aunque me he rebelado mil veces contra Ti, tu Corazón dulcísimo jamás ha dejado de amarme. Has derramado por mí amargas lágrimas en los días de mi prevaricación, y, movido por tu amantísimo Corazón, no has cesado hasta hacerme recuperar la Gracia. ¡Oh Corazón que tanto me has amado! ¡Oh Corazón, a quien tantas veces he entristecido y llenado de amargura!

   A Ti me consagro, y mil veces protesto que, en adelante, no quiero ya darte ningún motivo de aflicción; sino que, al contrario, recordando las ocasiones pasadas en que Te he llenado de amargura, me propongo, en adelante, amarte por los que no Te aman, honrarte por los que Te desprecian, propagar tu gloria, para satisfacer por las amarguras que a tu Corazón causan aquellos, que, estando obligados a propagarla, Te miran con la mayor indiferencia.

        Propongo emplear todo mi corazón en amarte y quisiera tener mil corazones para amarte más todavía. Deseo que desde ahora sea mi alma sagrario tuyo, cerrado a toda vana pasión humana, un lugar de reposo para Ti y una viva imagen de tu Corazón. De manera que, dedicándome durante toda mi vida a amarte, mi último pensamiento, en la hora de la muerte, sea un acto de amor a Ti, oh Jesús Dulcísimo, que quieres glorificar mi alma por toda la eternidad. Así sea.

Acto de consagración del género humano a Cristo Rey

Pio XI, 11 de diciembre de 1925

¡Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano! Míranos humildemente postrados delante de tu altar; tuyos somos y tuyos queremos ser; y a fin de vivir más estrechamente unidos a Ti, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a tu Sacratísimo Corazón.

Muchos, por desgracia, jamás te han conocido; muchos, despreciado tus mandamientos, te han desechado. ¡Oh Jesús benignísimo!, compadécete de los unos y de los otros, y atráelos a todos a tu Corazón Santísimo.

¡Oh Señor! Se Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Ti, sino también de los pródigos que te han abandonado; haz que vuelvan pronto a la casa paterna porque no perezcan de hambre y de miseria.

Se Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Ti; devuélvelos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor.

Se Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría; dignate atraerlos a todos a la luz de tu reino.

Concede, ¡oh Señor!, incolumidad y libertad segura a tu Iglesia; otorga a todos los pueblos la tranquilidad en el orden, haz que del uno al otro confín de la tierra no resuene sino esta voz:

¡Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra salud!

A Él entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos. Amén.